sábado, 26 de febrero de 2022

Los fetiches más habituales y los más raros

Kiki. El amor se hace es una película cómica dirigida por el famoso actor Paco León que tal vez algunos hayáis visto y que aborda la cuestión de los fetiches y de las sexualidades menos convencionales, que es algo que para mí siempre resulta interesante. No obstante, los fetiches que aparecen en la película, entre los que figuran el sentir excitación sexual al ser atracado o vivir una situación de peligro, que tendría el nombre técnico de harpaxofilia, o el sentir esa misma excitación ante las lágrimas de otra persona, que se llamaría dacrifilia, son desconocidos para mí. 

Y con esto no quiero decir simplemente que yo no los tenga, sino que no conozco a nadie que me los haya mencionado y ni siquiera me he encontrado nunca con pornografía que gire en torno a ellos.

Fetiches que tal vez (no) existen

En general tiendo a poner en tela de juicio a todos estos presuntos fetiches sexuales que se denominan con una raíz griega seguida del sufijo -filia. Precisamente esta pretensión científica en su nomenclatura, como para darles empaque, conmigo consigue el efecto contrario al buscado; estos nombres tan pedantes me huelen a cuerno quemado, ya que ninguno de los fetiches de los que realmente tengo constancia de que existen se llama de una manera parecida. Es el inglés, y no el latín ni el griego, lo que predomina en los nombres de los fetiches. 

Por favor, si me está leyendo algún dacrifílico o harpaxofílico, lejos de sentirse ofendido, que me contacte y me confirme que realmente existen estos fetiches a los que en principio tengo en la categoría de leyenda urbana, puesto que no me he encontrado nunca con indicios de su existencia más allá de la literatura y de las definiciones teóricas.

Dentro de esta nebulosa de fetiches que no tengo claro si son reales o no, se encuentra el del scat o escatología, la atracción erótica por las heces. Es un fetiche del que solo me han llegado habladurías, cotilleos de que le gusta a fulano o a mengano, que muy bien podrían ser invenciones para desprestigiarle, y, aunque, a diferencia de la dacri, harpaxo y otras filias, sí es posible encontrar algún vídeo porno del tema, como nunca he conocido a nadie que le interese, tengo mis dudas de si quienes visionan este material lo hacen por auténtica excitación sexual o simplemente por la misma curiosidad morbosa de quien busca en la web oscura vídeos snuff (de muertes reales).

Ojo porque a veces se usa el término scat también para referirse al uso de la orina en prácticas sexuales, que eso sí es relativamente frecuente, y de hecho está bastante relacionado con la humillación, la dominación, y por lo tanto ligado al mundo BDSM.

Repasando ideas básicas

En primer lugar aclaro que para mí fetiche es una fantasía o práctica sexual que no gira en torno a la penetración y que para la mayoria de la gente no tiene carga sexual o, si la tiene, es solo como preludio a la penetración. 

A veces en el lenguaje cotidiano se le llama fetiche a la preferencia por físicos no muy convencionales, como puede ser que te gusten los chicos muy gordos, los asiáticos, los pelirrojos, los hombres muy mayores, y larguísimo etcétera de posibilidades, pero yo a eso no lo llamo fetiche sino morbo si va ligado a la práctica de sexo convencional o vainilla, es decir, basado en la penetración.

Lo mismo respecto a la preferencia por lugares poco habituales donde tener encuentros sexuales. Si esos encuentros sexuales son de sexo vainilla, que te guste hacerlo en la playa, en un baño, o en el suelo, yo lo llamo morbo y no fetiche.

Por otra parte, el BDSM, más que un fetiche, es la amalgama de un montón de fetiches. Algunos de ellos diría que no tienen entidad propia, porque son siempre partes de una sesión en la que se juega a varias cosas: por ejemplo, la cera, o las pinzas en las pezones, o la lluvia dorada. Nunca me he encontrado con alguien que quisiera quedar solamente para que le pusiera cera o pinzas o solamente para que le orinara encima; aunque para algunas personas esa práctica pueda ser uno de los puntos álgidos de la sesión, siempre va a ir acompañada de otras.

Pero algunos fetiches sí pueden tener esa entidad independiente. Una sesión puede consistir en varias subsesiones de diferentes fetiches o subfetiches, o puede ser monográfica de un fetiche. Vamos a ver cuáles son estos últimos.

Los fetiches (relativamente) más frecuentes

Justo en la frontera entre lo que es y lo que no es fetiche se sitúa el fisting, la penetración con puño. Por una parte se trata de penetración, pero por otra parte no interviene el pene, por lo que a la vez es y no es fetichismo. Visto como fetiche, sería el más aceptado y ya casi integrado dentro de la sexualidad convencional, aunque diría que, después de una explosión durante unos años en los que ha estado muy de moda, ahora está volviendo más a su lugar como práctica minoritaria, algo lógico teniendo en cuenta que conlleva un riesgo considerable si no se hace con mucho cuidado.

Aunque ya comenté en otro post que las encuestas o investigaciones hechas a cabo sobre estos temas no son muy claras, por mi experiencia tengo claro que los fetiches más corrientes son el fist (suponiendo que lo admitimos como fetiche), el bondage, el culto a los pies, el cuero y el spanking, diría además que por ese orden. Dentro de que se trata de prácticas minoritarias, es relativamente fácil en una ciudad grande encontrar amantes de las mismas, y se podría hablar de la existencia de una comunidad en torno a ellas.

El bondage y el spanking pertenecen claramente al mundo del BDSM, aunque a veces muchos de sus practicantes no se definen como amantes del BDSM, porque este término lo preferimos quienes disfrutamos de varias prácticas y no estamos especializados solo en una. El fist, el cuero y lamer pies o masturbarse contra los pies, en cambio, pueden ir asociados o no a juegos de dominación.

Los pies y el bondage parece que últimamente están cada vez más aceptados, siempre y cuando se dé a entender que se trata de un complemento o preliminar a la penetración, claro. En cambio el cuero y el spanking siguen marcados por un estigma importante fuera de sus nichos.

Fetiches menos habituales

Voy a enumerar otros fetiches doblemente minoritarios, porque incluso pueden sonar raros para quienes tienen un fetiche de los más habituales. Estos son los que yo he practicado, he visto practicar o me he encontrado con alguno de sus adeptos. No niego que pueda existir algún otro con el que yo no me haya topado nunca.

Dentro de su "rareza", creo que se pueden todavía distinguir dos niveles. Empiezo con los que todavía ofrecen una cierta sensación de comunidad, aunque para formar esa comunidad ya se tenga que juntar gente de varios países.

- ABDL o ageplay. Los bebés adultos y los amantes de los pañales. Ya hablé de él en su momento e incluso entrevisté a uno de sus practicantes más activos en España.

- Puppy play. Los cachorros de perro humanos. Ojo con este fetiche porque, aunque se hayan hecho populares las máscaras o hoods y la indumentaria puppy, una cosa es la estética y otra el auténtico fetiche, que sería el disfrutar en una especie de trance, o mind space, como ellos lo llaman, en el que el fetichista asume una identidad de cachorro, correteando a cuatro patas y pidiendo caricias y que jueguen con él. Existe una comunidad puppy play más o menos importante que ha crecido muy rápido entre la gente joven en la última década, pero un tanto cajón de sastre en la que no son mayoría quienes realmente viven el fetiche.

- La goma. A veces se confunde con el fetiche del cuero. Por aquí el de la goma es mucho más raro; por lo que sea es algo muy nórdico, les gusta en Escandinavia y Alemania del norte. Un aficionado me definía la sensación de llevar goma como un auto-bondage. Se pega mucho al cuerpo, da mucho calor, y es ese contacto tan intenso con el material la base del fetiche. Así que, aunque tenga cosas en común con el fetiche del cuero, como el gusto del olor y del tacto de un material, tiene también su diferencia.

Rarezas del mundo del fetish


Ya por último, los fetiches más raros con los que me he encontrado. Raros, por supuesto, en el sentido de poco frecuentes, sin ningún tipo de juicio ni connotación negativa.

- Lucha o wrestling. Un fetiche que me da mucho morbo y me encantaría tener la habilidad de practicar. Mis intentos al respecto han sido técnicamente lamentables, aunque divertidos.

- Wedgie. Tirar con fuerza de los calzoncillos hasta levantarlos y dejar parte de las nalgas al descubierto. Es una forma de humillación que me parece emparentada con el pantsing, bajar los pantalones en público y dejar a la víctima en calzoncillos.

- Sploshing. Otro fetiche de humillación cómica, como el wedgie. Consiste en embadurnar al sumiso con sustancias pringosas: nata, crema u otros fluidos viscosos, comestibles o no. Junto con la cera, el fetiche que más ensucia y que es más complejo a nivel logístico.

- Inyecciones. He tratado ya de este fetiche, que gira en torno a la humillación y el dolor de la inyección, y entrevistado a uno de sus practicantes (nunca mejor dicho) más activos. Evidentemente es necesario saber poner inyecciones; es un fetiche totalmente seguro si se saben poner y peligroso si no. Es tan doloroso como inocuo.

- Medical. Las inyecciones forman parte del fetiche médico, pero yo le llamaría medical de forma específica a disfrutar de la revisión médica. Que el "doctor" palpe con detenimiento las zonas íntimas del paciente, haciendo comentarios paternalistas y humillantes.

- Trampling. El fetiche de ser pisado, de que caminen encima de ti, es mucho más frecuente en heteros, a los que les suele gustar con zapatos de tacón. En gays es muy extraño, pero me lo han pedido alguna vez, y de forma exclusiva, no como parte de una sesión BDSM. Una variante es el pony playing, montarse encima del sumiso a cuatro patas como si fuera un pony.

- Asfixia sexual. Probablemente el fetiche más peligroso que existe y el único que se cobra víctimas mortales con cierta frecuencia. A algunas personas la falta de aire les produce un efecto de gran excitación, llegando al orgasmo en el momento en que se encuentran al borde del desmayo.