martes, 12 de noviembre de 2019

Cubby, una película sobre sexualidad fetish




Hay pocas películas centradas en un personaje con sexualidad fetichista que traten el tema con respeto y sin caer en la caricatura. La más bonita que he visto de temática gay la acabo de descubrir hace poco en LesGaiCineMad, el festival de cine LGBTI de Madrid. Se llama Cubby (cachorro) y está protagonizada, escrita y codirigida por un joven cineasta debutante norteamericano, Mark Blane

Por tono y temática me recuerda mucho a Secretary (2002), otra película independiente que es un título de culto entre los fetichistas hetero, y entre los amantes del spanking en particular. Las dos tienen en común el girar en torno a protagonistas inadaptados y con ciertas taras para la interacción social, retratados con mucha ternura. El sexo fetichista no se muestra como nada oscuro sino todo lo contrario, una forma de liberarse cediendo el control a una figura de autoridad que les hace sentirse dominados pero también protegidos, y también una forma de vivir el amor, porque eso es lo que representa el sexo fetish para muchas personas. 

Cubby es una comedia romántica que trata con humor y mucha empatía los esfuerzos de un chico con dificultades sociales y problemas de autoestima para salir adelante profesional, personal y emocionalmente. Es una película preciosa, que le llegará a muchas personas que saben lo que es sentirse diferente y no encajar, o que son capaces de identificarse con esa sensación. Pero para personas con sexualidad fetichista, es un título realmente especial.

Uno de sus aciertos es no centrarse demasiado en una rama del fetish. El protagonista, travieso, juguetón y el sueño de cualquier daddy, sería algo intermedio entre un puppy y un adult baby, sin ser exactamente ninguno de los dos. Aunque casi todos los fetichistas tenemos una preferencia muy marcada por un rol o por una práctica, tanto los amantes del pup play, el juego de rol amo - perrito, o del dad - son, el juego papi - nene, se van a sentir reflejados en la historia. 

No se trata de una película con escenas muy subidas de tono; aunque vemos a nuestro cachorrito desnudo y atado en una escena, o acariciando fascinado diversos látigos en otra. A los que buquen una típica comedia gay de chicos de gimnasio sin camiseta haciendo pornografía blanda puede decepcionarles porque no se trata de morbo, sino de explorar la psicología y las emociones de un amante del fetish. 

El tercer punto clave es la naturalidad con que la pareja amo-cachorro interpreta sus personajes. Mientras que la trilogía de Sombras de Grey está llevada a cabo por personas que es evidente que son totalmente ajenas al mundo del fetish y que no tienen mucha idea de lo que están hablando, el adorable cachorrito de Cubby, Mark Blane, no es ningún guaperas al uso sino que él mismo es el autor de la película. Y su papi/amo en la ficción, Christian Patrick, es amante del cuero y la dominación en la vida real bajo el seudónimo de Master Avery.

Por todo lo que os he contado, Cubby debería convertirse en una obra de culto para el colectivo gay fetichista, y para los que no lo sean puede ser un estupendo acercamiento al mundo del fetish para romper estereotipos.

domingo, 25 de agosto de 2019

Diez tópicos falsos sobre BDSM

Tal vez lo más didáctico para dar a entender que es el BDSM sea explicar que no es y desmentir los tópicos más habituales que tiene la gente sobre esto.

Aclaro, porque saldrá en varios puntos, que con sexo vainilla quiero decir sexo convencional basado en la penetración, es decir, el sexo "normal".

1. Los amantes del BDSM visten de cuero

El fetichismo del cuero y de la goma y el BDSM son dos territorios diferentes, aunque algunas personas, y diría que no tantas como se podría pensar, disfruten de las dos cosas. La poderosa iconografía de Tom de Finlandia está probablemente en el origen de esta asociación, así como que se trata de dos de las ramas principales del fetish o fetichismo, por lo que en encuentros fetichistas, como Folsom Europa, en Berlín, se puede ver mucho cuero y mucha goma, y también bastante BDSM.

Pero hay muchas personas que disfrutan vistiéndose de cuero o de goma y no practican roles de dominante-sumiso, ni spanking, ni bondage, ni nada a lo que podamos llamar BDSM. Y también muchos practicantes de BDSM que no sienten ningún interés por el cuero ni la goma. Así que el tópico del amo con la gorra y la chaqueta de cuero es eso, un tópico.

2. No me interesa el BDSM porque no me gusta el dolor

El sadomasoquismo, el disfrutar sintiendo dolor o causándoselo al otro, es solo una parte del BDSM (por eso se llama así y no SM a secas), muchos amantes del BDSM no nos consideramos sádicos ni masoquistas. En algunas práctica BDSM el dolor tiene su lugar (también en el sexo anal vainilla puede haber dolor, por cierto, y a veces más), pero para muchas personas no es el elemento principal sino la parte psicológica de ritual, humillación y sumisión, por lo que prácticas como el spanking (azotes en el culo) o la flagelación se pueden disfrutar desde niveles de dolor muy diferentes.

Por no hablar de prácticas como el bondage, disfrutar con ataduras, restricciones y ligaduras, que es una de las ramas principales del BDSM y que en principio no implica ningún dolor, aunque algunos de los amantes del bondage también lo mezclen con otras prácticas que sí pueden ser dolorosas.

Además el cariño y la suavidad no son para nada incompatibles con el BDSM, sobre todo en juegos de roles como papi-hijo o handler-puppy, donde el dominante puede ser muy cariñoso con el sumiso.

3. Me interesa el BDSM porque me gusta follar o que me follen duro

Si tu idea del BDSM es un tio rudo, agresivo, preferentemente de polla enorme y cuerpo de gym, que te arranca la ropa y te pone a cuatro patas para follarte duro y que te duela mientras te llama puta y perra y te escupe, pues es muy respetable que tengas esa fantasía y que la lleves a la práctica, pero que sepas que eso tiene cero que ver con el BDSM. Entiendo que es muy confuso, porque, sobre todo en Tuamo, vas a encontrar muchos "amos" de ese estilo, y también vas a ver mucho porno de ese tipo en Internet, pero ese porno suele venir de los estudios mainstream, no de pequeñas compañías especializadas en fetish. Si te pones a ver porno auténticamente fetish (por ejmplo Captured guys o Sting pictures), verás que es bastante diferente y que normalmente ni siquiera hay penetración.

Y si asocias que a alguien le guste vestirse de cuero, atar o dar azotes con que le guste follar duro, eso también es un tópico. Los amantes del fetichismo, así como los del spanking, bondage y demás prácticas BDSM, a veces no quieren penetración en las sesiones, muchas veces no mezclan el sexo vainilla con su fetiche y otras sí, pero les puede gustar suave.

4. Me interesa el BDSM porque soy pasivo "sumiso"y me encantan esos "preliminares"

Es muy parecido al punto anterior, pero la gente está tan confundida con esto que insisto. En primer lugar, la dualidad activo-pasivo es  propia del sexo vainilla, en la que se ha construido toda una mitología y casi una explicación del universo en torno a ser activo y pasivo. El sexo fetichista, incluyendo el BDSM, no está basado en el pene, menos aún en la penetración, menos aún en la penetración anal, y menos aún en los roles activo-pasivo tal como se entienden en el sexo vainilla. Entiendo que considerarte activo o pasivo para ti forme parte de tu identidad más íntima y hayas construido toda tu sexualidad en torno a ello, pero, aunque te parezca increíble, hay otras personas que sentimos la sexualidad de otra manera y que lo de activo o pasivo nos dice más bien poca cosa.

Lo explico más claro: si te consideras  muy pasivo y te gusta dejarte hacer en la cama, probablemente a eso se le pueda llamar ser sumiso, pero no tiene nada que ver con el concepto de ser sumiso en BDSM. Un sumiso en BDSM es alguien a quien le gusta estar atado, y /o  que le den azotes (y no me refiero a un par de cachetitos mientras te follan), y /o inmovilizado en una postura determinada, y / o hacer el papel de alumno, bebé, perrito, etc. Si no te atrae nada de esto, si no entiendes que alguien se pueda sentir igual de excitado con estos juegos que tú cuando ves un pollón, o si te atrae un poco pero solo como juego preliminar para que te follen luego, no eres lo que se entiende en BDSM por un sumiso, y lo que debes buscar no es un amo, sino a un vainilla activo al que proponerle introducir tal o cual preliminar antes de que te folle.

Además, por cierto, existen amos que son pasivos en cuanto a sexo anal, aunque es cierto que no es lo más habitual.

5. El BDSM está de moda, he visto muchos carteles que anuncian fiestas BDSM

En Barcelona no estoy seguro, y si alguien tiene noticias al respecto le agradezco que me lo cuente, pero en Madrid no existe ningún local BDSM ni fetichista. Las "fiestas fetish" que se organizan son fiestas de sexo, orgías o como lo quieras llamar. En otros países tienen clara la diferencia entre un fetish bar y un sex bar, pero en España hay mucha confusión entre un término y otro. Los supuestos fetish bars de Madrid son todos sex bars. Con ello no critico a los bares, que muchas veces intentan organizar encuentros fetichistas, pero el público no responde y acaban limitándose a sexo vainilla.

Otra cosa es que, para llamar la atención, se utilice iconografía falsamente fetichista para los anuncios de las fiestas de los locales. Digo falsamente porque suelen aparecer tíos con el torso desnudo y con un arnés de cuero mini para que no tape ningún músculo, cuando a un fetichista del cuero lo que le gusta es llevar una camisa o un chaleco y sentir bien el material sobre su piel.

En cualquier caso, un local en el que van tios sin camiseta a hacer orgías, por mucho que en ellas se puedan escuchar azotes, no tiene nada que ver con el fetichismo ni con el BDSM, que, lejos de estar de moda, siguen siendo grandes desconocidos.

He aquí un ejemplo de fiesta pseudofetish con iconografía pseudofetish:


6. Me interesa el BDSM pero no tengo dinero para comprar juguetes

Los juguetes dan mucha gracia a una sesión, pero no son ni mucho menos imprescindibles y es cierto que son muy caros. Igual que un buen cantante puede defenderse a capela, un buen amo puede dominar simplemente usando su cuerpo, su voz y algún elemento casero. La mano es el mejor instrumento para dar azotes, se pueden atar las muñecas con un cinturón o con cuerda de tender la ropa, ... Lo importante es la imaginación porque, cuando sabes lo que te gusta, siempre encuentras la manera de hacerlo aunque no tengas dinero.

Y también hay que tener en cuenta lo contrario, que el hábito no hace al monje. He conocido chicos con un gran repertorio de material, con máscara de pup, etc. y que luego no tenían una idea clara de qué querían hacer con ello; por alguna razón que no acabo de entender quieren comprar su condición de (falsos) fetichistas. Pero ser fetichista no es cuestión de dinero ni de consumismo: ni el mejor material es el más caro ni se es mejor amo ni sumiso por tener más o menos material.

7. No puedo practicar BDSM porque me van a ver las marcas

Lo más habitual es que una sesión BDSM no deje ninguna marca en la piel pasados algunos minutos o algunas horas. Ten en cuenta que  cada piel es un mundo y que fotos que puedes ver en Internet que te pueden parecer tremendas porque parece que le han destrozado el culo a alguien pueden engañar, a lo mejor pasadas unas horas no les quedaba la menor marca. O sí; hasta que no juegues no vas a conocer la resistencia de tu piel y donde tienes que poner tus límites. Por eso hay que ir poco a poco; no porque se vayan a ensanchar tus límites, porque quien tiene la piel fina la tiene fina y eso no cambia, sino porque los vas a ir conociendo mejor.

En cualquier caso, atar con cuidado no deja marcas y azotar con cuidado tampoco. Es mentira que azotar con determinados instrumentos, como un cinturón o una vara, deje marcas. Ningún instrumento usado con cuidado deja marcas; otra cosa es que algunos instrumentos requieran más pericia o más experiencia que otros para usarlos con cuidado o que, efectivamente, puedan ser más peligrosos.

Eso sí, cuidado con venirse arriba antes de la sesión, calentando al amo con que quieres recibir la paliza de tu vida, etc. porque, si quieres una experiencia muy intensa, sí te puede salir algún morado y notarse durante algunos días.

8. En BDSM el dominante hace lo que quiere con el sumiso

Me contactan a veces chicos que se interesan por el BDSM pero no tienen muy claro qué es lo que quieren hacer, y sobre todo que consideran que, como van a ser los sumisos, no tienen nada que aportar sino que yo soy el que decido y puedo hacer lo que quiera con ellos. Normalmente no es algo tan extremo, sino que sí me informan de ciertos límites o cosas que no quieren hacer, pero por lo demás consideran que su rol es dejarse hacer y "aguantar" lo que a mí me apetezca.

Esto tal vez sea así en un rol amo-esclavo y en una relación de BDSM extremo, pero no es ni mucho menos lo habitual. Un juego de dominación-sumisión es bidireccional y se construye a partir de los deseos y fantasías de ambas partes. El sumiso debe aportar sugerencias e implicarse antes de la sesión diciendo que le gusta o que fantasías tiene; incluso durante la sesión, aunque su rol sea el de dejarse hacer, su interacción es importante: a través de gemidos, movimientos, lenguaje no verbal, etc. puede dar muchas pistas de si el juego está yendo en la dirección adecuada. La actitud proactiva del sumiso evita además el dar con amos abusivos, que puede haberlos.


9. Ser sumiso es que te gusten las hostias

"Dar hostias" no tiene NADA que ver con el BDSM, y si algún supuesto amo usa términos como ese puede ser una buena pista de que no tiene ni idea del tema y que por lo tanto puede ser peligroso quedar con él. Cuando un amo golpea a un sumiso (e insisto en que hay variantes del BDSM en las que no se golpea de ninguna manera) lo hace de una forma muy ritualizada y consensuada de antemano; lo más habitual es pegar solo en el culo (por cierto, spanking es pegar en el culo exclusivamente, si alguien llama spanking a golpes en otra parte del cuerpo es otro indicio de que no tiene ni idea).

Se puede azotar en la espalda, muslos u otras zonas con látigos o fustas, pero es importante que el dominante sepa lo que hace y se hable primero; salvo que sea alguien con quien hayas hablado mucho o que te dé mucha confianza, igual en la primera sesión es mejor limitarse a las nalgas. Y las bofetadas en la cara son especialmente humillantes; el dominante debería preguntar antes de la sesión al sumiso si le gusta y / o empezar con cachetitos muy flojos y estudiar su reacción para valorar si debe continuar o no.

10. Si te introduces en el BDSM acabas haciendo cosas muy fuertes

Entiendo que, quien no haya participado nunca en una sesión BDSM, se pueda asustar viendo determinadas fotos en Internet, pero diría que la mayoría de personas que lo practican no llegan a esos extremos. Conozco gente que lleva practicando un determinado fetiche durante muchos años de una forma que prodríamos llamar light, para nada extrema, y sigue ahí sin ningún deseo de pasar a otros temas más fuertes. Sí suele ocurrir, y de hecho debería ser así, que se empiece por algo suavecillo y uno vaya experimentando hasta alcanzar su nivel, rompiendo tabúes y atreviéndose a hacer cosas más fuertes, pero va a ser, insisto, hasta que se encuentre el nivel en el que uno se encuentra cómodo. No todo el mundo acaba llegando a niveles extremos, y si llega, no sea porque el BDSM conduce a ello sino más bien como consecuencia, y no causa, de algún problema personal o psicológico externo al BDSM.

lunes, 19 de agosto de 2019

El armario BDSM

Si estás leyendo esto probablemente es porque sientes curiosidad o tienes fantasías relacionadas con el BDSM. Si es así, no estás solo, y de hecho esas fantasías son mucho más frecuentes de lo que crees. La analogía con el mundo LGBT es total; gente que se pasa muchos años en el armario y cree que es el único gay o la única lesbiana de su familia, pueblo o trabajo, y al salir de él descubre que son legión. Al igual que basta con abrir una aplicación de contactos gay para saber que el número de casados con mujeres que buscan chicos y de falsos heteros multiplica por cien la previsión más optimista, con el mundo BDSM ocurre tres cuartos de lo mismo: abres un perfil en cualquier web o aplicación gay, incluso de las generalistas no orientadas al fetichismo, utilizando palabras como dominante, amo, etc. y te llueven los mensajes de gente en cuyo perfil no indica que les guste la sumisión, o incluso que, en aplicaciones que facilitan la cosa incluyendo una opción de indicar si te atrae el BDSM, marcan NO en esa casilla. 

Soy consciente de que a la mayoría de la gente no le gusta que les peguen en el culo ni les aten. Pero eso no significa que no haya una cantidad enorme de gente a quienes sí les gusta, mucha más de la que nadie que no se haya acercado a este mundillo se puede imaginar. Es decir, hay un número enorme de amantes del BDSM en el armario.

Consecuencias del armario

No oculto que buscar parejas de juego a veces tiene momentos muy ingratos: gente que, tras mostrar muchísimo interés, de repente desaparece y borra el perfil, te bloquea, te enreda con charla y preguntas para luego no quedar nunca .... Sí, sé que eso también ocurre buscando sexo convencional y que Grindr está lleno de gente que solo busca hacer perder el tiempo, pero en el mundo BDSM es como diez veces peor. Y ya, en los casos más extremos, gente que cuando por fin se anima a quedar interrumpe la sesión por la mitad y quiere irse a su casa a toda prisa, o que al finalizar la sesión actúa de una forma muy fría como si no la hubiera disfrutado, o incluso como si les hubieras obligado a hacer algo que no querían, como víctimas de un abuso. Y eso sí que es mucho más raro que te ocurra en el sexo vainilla.

Hay experiencias que pueden ser toda una prueba para la autoestima. Con el tiempo ves que el problema no está en ti (bueno, salvo que realmente seas un amo abusivo, que los hay) porque estos que luego te dicen que no han disfrutado tenían una  erección gigantesca desde el minuto uno en el que empezó el juego, y porque, después de haberte bloqueado o negado la palabra durante meses, un día vuelven a hablarte porque quieren repetir. Así que aprendes a relativizar y a mantener la moral cuando un armarizado te monta su numerito; pero en ningún caso es agradable. Por supuesto hay otras muchas personas a las que realmente no les atrae de verdad el BDSM, solo quieren probar y la sesión no es gran cosa, pero en esos casos no hay ningún mal rollo. Me refiero a cuando sí lo hay por un sentimiento de culpa o de autorrechazo que la persona no es capaz de canalizar, que es a lo que llamamos armario.

Tampoco quiero parecer cruel con los armarizados (no pocas veces doblemente armarizados, como gays y como amantes del BDSM), porque soy consciente de que, aunque a veces te lo puedan hacer pasar mal a ti, ellos lo pasan mucho peor negando o viviendo con culpa una dimensión de su sexualidad y que las malas maneras que puedan tener contigo son un espejo de la rabia que sienten consigo mismos. Y que tampoco es solo culpa de ellos no abrir ese armario; entiendo que muchas personas con fantasías de sumisión tengan miedo de convertirse en la caricatura del masoca del que habrán oído muchas veces burlarse a sus amigos.

Y, por supuesto, estas experiencias negativas con personas que armarizan sus deseos BDSM afortunadamente no son la mayoría; pero no está de más avisar a quien se esté introduciendo en esto para que no os desaniméis si os ocurre.

¿Cómo se puede combatir el armario BDSM?

¿Qué solución tiene esto? Pues en primer lugar ser conscientes de que el matrimonio gay y la aceptación de gays y lesbianas es el principio, y no el final, del camino, y que todavía queda mucho más por hacer, como nos están recordando ahora las personas transexuales y las no binarias o de género fluido.

Y con visibilidad; a través del porno se está consiguiendo bastante, pero el porno no es la mejor fuente de información sobre sexualidad y lo que se puede ver de BDSM en el porno suele estar bastante deformado o ser confuso. Sería más apropiado organizar talleres y fiestas, para formar comunidad. Hacer más blogs, más perfiles en redes sociales ... Animaos, chicos.

sábado, 22 de junio de 2019

En defensa del porno

Periódicamente, a raíz del caso de La Manada y similares, se leen en la prensa artículos que vinculan pornografía con violencia. Quienes lo hacen se refieren a violencia contra la mujer e ignoran que un porcentaje importante de la pornografía es gay, lo que desde luego tiene su gracia y es digno de comentario, pero como practicante de BDSM, autor de un blog que defiende el fetichismo y el BDSM en particular, consumidor de pornografía BDSM, mayoritariamente gay pero a veces también hetero, me siento afectado por este tema y me apetece dar mi visión del mismo, sobre todo cuando representantes públicos, personas que están en el Congreso, piden una "regulación" de la pornografía que me parece muy preocupante: https://www.diariodeleon.es/noticias/leon/diputada-socialista-andrea-fernandez-reivindica-regulacion-pornografia-acabar-manadas-trabajara-prohibir-prostitucion_1340044.html

Francamente, no veo qué tipo de "regulación" pretende esta chica que no sea censura o prohibición, así que sus palabras me suenan a una vuelta a tiempos bastante tristes.

La cultura de la violación es un problema real

Estoy totalmente de acuerdo en el problema que exponen estos detractores (detractoras en su mayoría) de la pornografía, pero difiero totalmente en la solución. Precisamente que haya gente joven, aunque solo joven en el DNI porque la mentalidad no puede ser más antigua, que piense como esta congresista es muy representativo del retroceso que está habiendo en cuanto a la cultura sexual; pero no quiero caer en el tópico rancio y cansino de una generación que raja de las que vienen detrás. La juventud no ha inventado la forma en la que se concibe hoy la sexualidad, solo refleja lo que las generaciones anteriores les hemos enseñado. Si ellos están perdidos es o bien porque nosotros también lo estamos, o bien porque no sabemos transmitir lo que hemos aprendido. El caso es que es cierto que el concepto más extendido de la sexualidad sigue siendo machista, probablemente más machista que nunca, y en mi opinión muy pobre y poco satisfactorio: sexo basada en el culto al pene, a la penetración y a la dominación del macho, aunque paradójicamente al mismo tiempo se mira mal y se caricaturiza el BDSM, o se lo identifica falsamente con ese tipo de sexualidad, aunque ya expliqué en otros posts que tiene más bien poco que ver.

Hablando del mundo gay masculino, que es lo que más conozco, el modelo de sexualidad dominante, que todos podemos ver haciéndonos un perfil en cualquier aplicación, está basado en la dualidad activo-pasivo, la búsqueda de pollones y la obsesión por la longitud del pene. Lo absurdo de esa obsesión lo demuestra que no existe o apenas existe lo contrario, activos que vayan buscando un determinado tipo de culo en el pasivo. De hecho, aunque sí hay un cierto criterio de lo que es un buen o mal culo, no existe un canon del culo perfecto: hay amantes de los culos grandes y pequeños, más o menos redondos, más o menos prominentes .... Sin embargo solo existe un canon de pene bonito: muy largo y gordo (no digo que todos los amantes de los penes caigan en ese estereotipo, pero sí que es muy frecuente). También el concepto de cuerpo deseable se va estrechando cada vez más: ya no existen diferentes modelos de cuerpos bonitos, los cuerpos delgados o redondos se van quedando fuera de la norma y solo existe una opción: los biceps y pectorales inflados hasta lo ridículo y la tableta de chocolate, sin importar que las piernas sean enclenques y que el cuerpo en su conjunto sea desproporcionado y casi diría que un tanto monstruoso.

Y la fantasía sexual dominante es la de convertirse en uno de esos machotes de pene enorme y músculos ciclados, o más bien, el de ser sometido, degradado, violado y "reventado" por ellos, así que no me parece exagerado llamar a este concepto de la sexualidad cultura de la violación como hacen las detractoras del porno. Es decir, es el mismo concepto del sexo heterosexual más rancio (iba a decir trasnochado, pero por desgracia no es así, es la más rabiosa actualidad), asumiendo el activo el papel del hombre y el pasivo el de la mujer.

También es verdad, como afirman las detractoras del porno, que además, mucha gente, y no solo los jóvenes, parece tener cada vez más problemas en distinguir entre fantasía y realidad, entre porno y sexualidad real, y pretende que sus cuerpos o los cuerpos de sus parejas sexuales sean como los de las películas porno y que sus encuentros sexuales sean también así, con erecciones instantáneas, continuas y eternas y eyaculaciones explosivas. Su frustración y la de las personas con las que se relacionan, que también se pasan la vida buscando una y otra vez en vano el polvazo mágico que ven en las películas, está más que garantizada.

Pero, ¿es culpa de la pornografía?

Así que sí estoy de acuerdo en que existe esa cultura del machismo y de la violación, pero no en echarle la culpa a la pornografía. En primer lugar porque quien lo hace está buscando un chivo expiatorio fácil y cae en un error que ya se ha cometido en el pasado y que debería estar superado; pero igual que muchas personas muy jóvenes tienen un concepto rancio y antiguo de la sexualidad, aplican también el modelo rancio de la prohibición y la represión a la hora de enfrentarse a los problemas.

En primer lugar, la pornografía es machista porque la sociedad es machista, y no al revés. Las productoras de porno no son conspiradores que buscan un mundo más machista, solo responden a necesidades de mercado: si lo que más demanda tiene son vídeos de supermachos pollones arrogantes abusando de mujeres o de hombres pasivos tratados como objetos, pues eso es lo que más ofrecen. Si otro tipo de contenidos menos machistas tuvieran la misma aceptación, dudo mucho que fueran a renunciar a  ganar dinero ofreciéndolos.

Por otra parte, si la pornografía está haciendo un papel, que no le corresponde en absoluto, de educar en la sexualidad, eso será porque los preadolescentes y adolescentes, que tienen una curiosidad totalmente natural por el sexo, al parecer no disponen de fuentes de información distintas del porno. Que su concepto de la sexualidad venga del porno es un problema muy grave, pero la solución no es quitarles la única fuente de información que tienen sino darles mejores alternativas. Cuando dispongan de otras fuentes más adecuadas y ricas, ellos mismos tendrán menos interés por la pornografía y la pondrán en el lugar que le corresponde; la prioridad no es quitarles la pornografía, sino darles otras opciones. Es muy cómodo apuntar a un blanco fácil como el porno en lugar de a madres, padres, familias, un sistema educativo, unos medios de comunicación y una Administración que no están haciendo bien su trabajo. Pero la cobardía ha sido siempre un ingrediente fundamental del puritanismo.

Y si hablamos de adultos, tampoco la pornografía es la culpable de que vivamos en una sociedad individualista y narcisista en la que las personas cada vez socializan y hablan menos, tienen cada vez menos capacidad de sentir y dar afecto, y prefieren aislarse en sus móviles y tabletas y buscar en las aplicaciones sexo, un sexo además deshumanizado y de fantasías irrealizables y frustrantes. La pornografía no es un poder fáctico de la sociedad como ingenuamente creen sus detractores, es solo un negocio que refleja nuestras fantasías; si no nos gusta lo que vemos cuando nos miramos en el espejo, la solución no es romper el espejo ni taparlo, lo que pasa es que eso es mucho más fácil que intentar cambiarnos a nosotros mismos.

Si tienen alguna duda al respecto, las feministas antiporno solamente tienen que fijarse en quienes son sus únicos aliados en esa causa: la extrema derecha y el integrismo religioso. Pensar que vamos a conseguir una sexualidad y una sociedad más humana, menos machista y más satisfactoria prohibiendo la pornografía es como pensar que vamos a acabar con el cambio climático prohibiendo los termómetros que nos dicen que la temperatura está subiendo.

No toda la pornografía es mainstream

Los detractores del porno desconocen el género que tanto odian; solo conocen el porno mainstream, un negocio muy lucrativo, pero existe también porno alternativo y minoritario. Si uno echa un vistazo al porno amateur o semiamateur de Clips4sale, se va a encontrar cuerpos no normativos y todo tipo de fetichismos, un mundo donde las personas de cierta edad o con kilos de más pueden ser también deseables, donde el culto a la dominación de los penes enormes ya no es tan frecuente y donde no existe realmente ánimo de lucro, sino solamente llegar a cubrir los costes de los vídeos.

Quiero romper una lanza por las pequeñas productoras que cuando era adolescente me ayudaron  a saber que yo no era la única persona en el mundo con fantasías BDSM, que me enseñaron de hecho que aquello se llamaba BDSM, y que me ofrecieron no solo ratos de placer sino saber que, por pequeña y escondida que estuviera, existía por ahí una comunidad de personas con aficiones parecidas a las mías a los que cuando fuera adulto podría intentar contactar. No digo que el porno sea una ONG, pero sí que existe un porno minoritario cuyo objetivo no es el lucro, porque el volumen de negocio apenas cubre gastos y paga a los modelos de los vídeos, y que ayuda a hacer realidad fantasías y modelos alternativos de sexualidad, a compartirlos y a crear comunidad. Y no me cabe duda de que sería ese porno alternativo es que más sufriera con la "regulación", mientras que el mainstream se las arreglaría para burlar la normativa y mantener el negocio.

jueves, 23 de mayo de 2019

LGTBIQ: Demasiadas siglas y a la vez insuficientes



No sé en qué momento se consideró que el término "gay" no representaba adecuadamente a las lesbianas y el movimiento de liberación gay pasó a convertirse en gay-lésbico; a continuación en LGBT (Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual) y es evidente que esa fragmentación no tiene fin. Ahora mismo ya vamos por LGBTIQ (I por Intersexuales y Q por Queer); si yo mismo, hombre gay autor de un blog sobre diversidad sexual, me lío y siempre dudo si se dice LGTB o LGBT, y no tengo muy claro si queer, género fluido y personas no binarias es la misma cosa o si hay matices entre un concepto y otro, me puedo imaginar el cacao en el que estamos sumiendo a la mayoría de la población.

Por qué no me gusta el término LGBTIQ +

Para evitar el desmadre de seguir incorporando nuevas letras (faltarían los asexuales y a saber cuántos grupos más), hay quien propone cerrar el término en LGBTIQ+, es decir, el resto que se den por incluidos en el +. Pero ¿en serio pretendemos que un palabro como LGBTIQ+, que casi parece un chiste inventado para ridiculizarnos, se va a poder integrar en el lenguaje y va a servir para definirnos y visibilizarnos? 

El argumento lógico en defensa de un término como LGBTIQ+ parecería ser que la sexualidad humana abarca muchas cosas y su diversidad es enorme y por ello es necesario un palabro muy complejo que englobe todo. Pero no, LGBTIQ+ no es un término adecuado en mi opinión para explicar todas las variantes sexuales por tres motivos: el primero, porque mezcla orientación sexual con teoría de género de una manera que considero confusa; el segundo, porque  solamente incide sobre una dimensión de la sexualidad;  y el tercero, complementario del segundo, porque ignora e invisibiliza dos cuestiones para mí fundamentales en la sexualidad que explicaré a continuación.

Una cosa es la tendencia sexual y otra el género

Cuando hablamos de que una persona es gay, hetero o bisexual estamos haciendo una clasificación de las personas por tendencia u orientación sexual; sin embargo cuando hablamos de personas cis, trans y no binarias no estamos hablando de su orientación sexual sino de su identidad de género; y cuando hablamos de intersexuales estamos hablando de un tercer concepto, que es el sexo biológico. El término LGTBIQ mezcla por lo tanto tres conceptos muy diferentes; de hecho, se puede ser a la vez por ejemplo gay y transexual, mientras que para alguien de género fluido la propia clasificación hetero - gay deja de tener sentido. El meter todo en el mismo saco viene de que el machismo por una parte confunde homosexualidad con transexualidad, y por otra estigmatiza ambos conceptos por un mismo motivo, que es el desviarse de la dualidad hombre - mujer: para el machismo todo el mundo debe identificarse como hombre o como mujer, esa identidad debe coincidir con su sexo biológico, y además las parejas deben estar formadas por un hombre y una mujer.

Meter en un mismo saco a gays, lesbianas, trans, inter y no binarios tiene una utilidad a nivel político para luchar contra el machismo y en ese sentido está bien, pero conviene tener en cuenta que presenta sus limitaciones a la hora de construir identidades que sirvan como vehículo para conocer, aceptar y explorar nuestra propia sexualidad.

¿Orientación sexual es solo ser gay, hetero o bi?

Nos enseñan que las personas nos dividimos por nuestra orientación sexual en homo y heterosexuales; luego estarían los bisexuales en medio de ambas categorías. Parece correcto y lógico, pero tiene trampa: supone aceptar de manera implícita que el género por el que te sientes atraído es lo único que define tu orientación sexual. Se trata de si te gustan las personas de tu mismo género, del otro o si te gustan ambos. ¿Y con eso ya queda definida tu sexualidad?

Mi postura es que aceptar, reconocer y respetar la homo y la bisexualidad es fundamental, pero esto no cierra el abanico de la sexualidad ni mucho menos, sino que no es más que un primer paso necesario pero insuficiente; no tengo claro que la pregunta de cuál es el género objeto de tu deseo sea la clave para definir la sexualidad de alguien; hay otros dos aspectos que en mi opinión son igual de importantes a la hora de disfrutar del sexo sin inhibiciones que las dualidades hombre-mujer, hetero-gay, cis-trans no abordan. 

Sexualidad vs Afectividad: Un debate pendiente

El primero de esos dos aspectos es la relación entre sexualidad y afectividad; el heteropatriarcado, si lo queremos llamar así, o podemos llamarlo simplemente el machismo, o la sociedad tradicional, o los convencionalismos, nos han impuesto no solamente que la heterosexualidad, la atracción por el otro género, es la norma, sino que además la sexualidad debe ir unida a la afectividad, y esta a su vez a la exclusividad, al sentimiento de posesión y al deseo de control de la otra persona, es decir, a la monogamia. Quien no sea monógamo, al igual que quien no es heterosexual, está fuera de la norma: es un pervertido o un vicioso incapaz de asociar sexo con sentimiento y que busca compulsivamente una pareja cada noche. No se admite ninguna opción intermedia entre la monogamia y la promiscuidad. O buscas pareja o buscas un polvo rápido y anónimo donde las expresiones de cariño deben reducirse a un mínimo o directamente están prohibidas; no puede haber nada en medio.

No estoy criticando la monogamia como opción que puede ser perfectamente válida para muchas personas; sí lo critico como imposición: no es la mejor opción para todo el mundo, aunque las comedias románticas y el cine y la música y la publicidad y todo nos digan que es lo que todos queremos en realidad. Recientemente el poliamor está intentando dar opciones a muchas personas que no se sienten (nos sentimos, puesto que me considero una de ellas) identificadas con la pareja monógama basada en la posesión y los celos, pero tampoco con el sexo deshumanizado en el que la otra persona es solo un vibrador o un muñeco hinchable de carne que necesita un recambio cada noche (el muy habitual busco pollón o busco culazo); al decirlo así parece que estoy criticando ambas posturas y no es eso, ambas me parecen muy respetables, solo intento introducir el punto de vista de alguien que no se identifica ni se siente atraído por ninguna de las dos. Para explicarlo de manera simple, el poliamor consiste en dar una vuelta al concepto del follamigo o amigo con derecho a roce, así como al de las parejas abiertas, y explorar y disfrutar sus posibilidades: porque sí debería ser posible buscar afectividad y conexión personal en el sexo sin que ello implique exclusividad ni control. 

Salir de esa dicotomía monogamia / polvo exprés tendría en mi opinión dos grandes ventajas: en primer lugar poder plantear relaciones de pareja basadas en aspectos positivos, como la lealtad y la ayuda mutua, y no en un aspecto negativo, como es la represión del deseo que no va dirigido hacia la pareja. Y en segundo lugar, a muchas personas les permitiría relajarse y no ponerse nerviosos porque alguien quiera quedar una segunda vez con ellos o invitarlos a tomar una caña antes o después del sexo; pues no, eso no tiene por qué significar que el otro se quiera casar contigo ni que esté ya pillado por ti; a lo mejor no eres tan irresistible como te crees ni el otro está tan desesperado. Y además sí, por supuesto que algunas personas pueden estar enamoradas de alguien y acostarse con un tercero, y todavía más, sentir también afecto por ese tercero, aunque las comedias románticas nos hayan metido en la cabeza que eso no puede ser y que si alguien se siente así está siendo frívolo o se está engañando a sí mismo o está confundido.

Y, para liarla más, llega el fetish

Y llegamos al segundo aspecto que el término LGBTIQ + deja de lado, la segunda imposición del heteropatriarcado: que el sexo debe estar basado en la penetración, la erección y el culto al pene. La penetración vaginal o anal es el auténtico sexo y todos los demás juegos sexuales que puede haber entre dos o más personas son preliminares, una palabra que me encantaría borrar del diccionario; para el pensamiento conservador, que tienen la mayoría de las personas, tanto los hetero como los LGBTIQ+, los "preliminares" son una chorrada prescindible pero aceptable siempre y cuando su función sea ayudar a llegar al auténtico sexo, a la erección y a la penetración. Frente a ese sexo de verdad existirían las patologías o las perversiones, esos pobres enfermos que para excitarnos necesitamos vestirnos de cuero o de goma, o fingirnos amos o bebés o perritos, o atarnos, o que nos peguen, o atar y pegar a otros.

Todavía falta bastante para que mucha gente llegue al punto de entender que ser gay o lesbiana no es el único armario y que abrir el armario del fetish, que es como se llama al sexo no centrado en la penetración, sería una liberación para muchas personas que sienten culpabilidad y frustración por no sentirse cómodos con fantasías que pueden tener un lugar muy importante en su sexualidad. Y si no se sienten cómodos puede ser en parte por cuestiones personales, pero tiene un enorme peso una presión social que ridiculiza, se burla, estigmatiza y caricaturiza el sexo fetish, al igual que hasta hace poco se hacía con las personas LGBT, a las que se reducía al estereotipo de el marica y de la bollera. El fetish se encuentra todavía en los tiempos anteriores a la liberación gay, necesita su Stonewall.

El prejuicio contra el fetish se asocia también con la dicotomía monogamia / promiscuidad: el amante del BDSM o del cuero es un vicioso que participa en orgías, que toma drogas, que practica sexo sin preservativo, y largo etcétera. No se concibe que pueda vivir en pareja, que pueda ser romántico, que pueda solo gustarle que le aten pero no que le azoten ni vestirse de cuero o goma; debe responder al estereotipo de guarro al que le gusta todo. Pero la realidad es que los amantes del fetish pueden ser heteros, gays o bis, cis, trans o queer, monógamos, promiscuos o poliamorosos, pueden tener un único fetiche o varios, puede gustarles la penetración o no, puede gustarles mezclar la penetración con su fetiche o no, puede gustarles el sexo duro o suave, etc. Y eso es un hueso duro de roer en un mundo en el que nos encanta reducir a las personas a estereotipos unidimensionales.

La libertad no es imitar los errores de los heteros

Por lo tanto, el poder aceptar que nos gustan las personas de nuestro mismo sexo, o que nuestra identidad de género no coincide con nuestro sexo biológico, es un primer paso importante hacia esa revolución sexual de la canción de La casa azul, pero no es suficiente. Caer en la sexualidad pequeñoburguesa basada en la penetración y la monogamia, es decir, meternos en los mismos corsés del mundo hetero, tal vez funcione para muchas personas, pero otros no queremos eso y sería una pena que la lucha de tantos años y de tantas personas acabara en defender los viejos clichés del heteropatriarcado, solo que con dos chicos o dos chicas en lugar de un chico y una chica. Al igual que nadie les pide a los heteros que se vuelvan gays pero sí que abran la mente, se pongan en nuestro lugar y nos respeten, va siendo hora de exigir lo mismo para el fetichismo, el poliamor y otras formas de vivir la sexualidad y la afectividad. 

sábado, 6 de abril de 2019

¿Podrían dejar de llamar fetish a fiestas de sexo?

Como decía en este post, el fetish o sexo fetichista es sexo no centrado en la penetración. El sexo "normal", al que algunos fetichistas preferimos llamar sexo vainilla, está basado en el culto al pene y a la penetración; el objetivo es la penetración, toda la actividad sexual gira en torno a ella y el resto de prácticas se convierten en preliminares o en complementos cuya función es facilitarla.

En el fetish, esos otros elementos complementarios o preliminares pasan a ocupar el primer plano. Un amante del BDSM puede disfrutar, y mucho, una sesión de bondage (atar) o de spanking (azotar) en la que no hay contacto sexual. Esto no quiere decir que no pueda haber también penetración, oral, anal o ambas, en el BDSM pero no son el objetivo último de la sesión; si lo son es que probablemente no se trate de BDSM. Disfrutar del tacto de la goma o del cuero, en tu cuerpo o en el de otra persona, es otro de los fetiches más comunes. Otros fetiches son juegos de rol en los que los participantes asumen el comportamiento de un perro (el pup play) o de un niño o bebé (age play o adult babies). 

Por lo tanto, el término sexo fetichista no es del todo correcto, salvo que pensemos en un concepto de sexo mucho más amplio que el de lo que se suele llamar relaciones sexuales, porque hay personas que no buscan un contacto sexual directo sino solo gozar de determinada ropa, materiales, juegos o roles.

La iconografía fetish es muy erótica y está muy trabajada, porque para los fetichistes la iconografía es fundamental en su sexualidad; por lo tanto es pasto de apropiación por parte de la industria del sexo y por extensión del ocio nocturno. Viendo los carteles de muchas fiestas de las discotecas gays de Madrid podríamos pensar que la capital de España es un paraíso fetish cuando la realidad es más bien la contraria: en Madrid no existe ningún local gay fetichista.Toda la estética leather de bares y discotecas es eso, estética. 

Como muestra basta ver la web de Sleazy Madrid, el presunto gran encuentro fetish de la ciudad, en cuyas fotos brillan por su ausencia los uniformes de cuero, goma, pups, deporte, etc. y solo se ve lo de siempre, torsos desnudos con algún que otro pequeño arnés que no tape ningún músculo. Cuando se habla de códigos de ropa en Madrid las opciones se reducen a dos: gayumbos o desnudo, cuando las fiestas nudistas son lo más opuesto que puede haber al fetish.




Con esto no pretendo criticar las fiestas de sexo ni los locales de sexo; son estupendos, pero llamemos a las cosas por su nombre. Son fiestas de sexo (o sex parties, que queda más cool), no son fetish. No se trata de pensar que el fetish es algo superior ni pretendo ser selecto ni repartir carnés de fetichista; pero el lenguaje tiene una función, que es permitirnos identificar las cosas y comprender conceptos, y si empezamos a llamar a unas cosas por el nombre de otras lo que creamos es confusión, y bastante perdida anda ya la gente. 

A quien le guste ir sin camiseta y con el arnés de cuero está en su perfecto derecho y no lo critico en absoluto; sí critico que diga que es un fetichista del cuero porque no lo es. Un fetichista del cuero quiere vestir camisa y pantalón de cuero y sentir el cuero sobre su piel, no ir desnudo con una tira minúscula de cuero alrededor de los sobacos. Igual que quien le gusta que le den una palmada en el culo mientras lo follan no es un fetichista del spanking (seguramente ni sabrá ni lo que es spanking, ni tiene ninguna necesidad de saberlo) ni del BDSM. ¿Parece que estoy criticando a quien le gusta que le den una palmada en el culo mientras lo follan? Si es así, nada más lejos de mi intención, solo llamar a las cosas por su nombre.

Estas falsas fiestas fetish aparentemente dan visibilidad a la cultura fetichista, pero me temo que sus efectos negativos son superiores a los positivos: al apropiarse el sexo vainilla del vocabulario y de la estética del mundo fetichista nos dejan a los fetichistas sin formas de expresión y al final nos acaban invisibilizando todavía más. Y ahondan en la idea de que los fetichistas somos amantes del sexo duro, viciosos, que nos va todo, etc. Y muchos fetichistas lo son, pero otros para nada. A muchos amantes del bondage, casi me atrevería a decir que a la mayoría, no les interesa ir a una fiesta desnudos ni en calzoncillos ni les gusta el guarreo ni que les follen duro. Y con esto, insisto, no quiero decir que los amantes del bondage a los que sí les gustan las fiestas nudistas, el sexo duro y el guarreo sean menos legítimos como amantes del bondage. Simplemente digo que son dos cosas independientes.

sábado, 2 de marzo de 2019

Como es una sesión BDSM conmigo: preguntas más frecuentes

Durante bastante tiempo he sido reacio a incluir esta entrada porque me da pudor contar cosas que son intimidades y porque no deseo cerrar la mente de nadie a que el BDSM es una cosa o es otra porque puede haber infinitos tipos de sesión; cada amo es como cada maestrillo, tiene su librillo, y lo que yo pongo aquí es simplemente lo que me gusta hacer a mí, que se parecerá mucho, bastante, algo, poco o nada a lo que les guste hacer a otros amos. Si otros amos tienen otros conceptos del BDSM, que hagan su blog, que describan sus sesiones, y yo se lo enlazo encantado. Pero bueno, al final me he decidido a contar cosas porque puede resultar práctico para algunos sumisos y le he dado formato de Preguntas más frecuentes:

1-  ¿Qué ropa tengo que ponerme y que tengo que hacer al empezar?

En primer lugar, cuando vienes a casa (porque, por seguridad, lo lógico es que sea el sumiso el que vaya a casa del amo más que al revés) entras y saludas con toda normalidad. El BDSM es un juego que empieza en un momento y acaba en otro momento, y fuera de ese intervalo nos tratamos con toda normalidad. Hablamos un poco, te tomas algo de beber si quieres, y rompemos el hielo. Es importante no venir con prisas.

No tienes que ponerte ropa especial, me da más morbo que traigas la ropa que sueles usar normalmente. Me gusta el chandal, pero solo si lo usas habitualmente, no quiero que te disfraces para venir. Por eso los suspensorios son un poco turn off para mí, mejor unos calzoncillos ajustaditos de los que suelas ponerte.

Una vez empieza la sesión, solo tienes que estar relajado y obedecer a lo que te mande. Para empezar me gusta pedirte que te estés quieto para cachearte, que te pongas en determinada postura y contemplarte, mandarte que te acerques para meterte mano, o cosas de ese tipo.

 2- ¿Tengo que desnudarme al entrar?

Como decía, entras con toda la normalidad. Yo decidiré y te diré cuando es el momento de quitarte la ropa y me gusta mucho hacerlo a mí, el momento de desnudarte es uno de mis preferidos en una sesión.

3- ¿Los azotes duelen? ¿Dejan marca?

Me encanta dar azotes en el culo, de hecho esa fue mi puerta de entrada al BDSM. Si la idea de sentir un cachete en el culo no te pone absolutamente nada, mejor busca otro amo. Si sí te pone pero tienes miedo de tener un umbral bajo de dolor, eso no es ningún problema porque me adapto fácilmente a muchos niveles; empiezo flojito y llego hasta donde veo que puedo llegar. Si me tengo que quedar en flojito me quedo, lo que me gusta es el ritual de los azotes, no es el dolor. Una sesión no es mejor por ser más dolorosa y evidentemente es mejor quedarse corto que pasarse; eso no significa que no haya que intentar no quedarse muy corto porque si tienes aguante vas a disfrutar más si te pegan fuerte.

Si no lo has probado no puedes conocer tu umbral de dolor, así que te puedes llevar una sorpresa tanto en un sentido como en otro, de aguantar más o menos de lo que pensabas. Hay un umbral psicológico que se puede superar si estás a gusto y confías en tu amo, pero también hay un umbral físico, hay pieles sensibles que como te descuides puedes producir morados fácilmente, y pieles duras que aguantan una paliza y se recuperan casi al momento. Con la experiencia se puede ir incrementando el umbral psicológico, mientras que con el umbral físico no hay mucho que hacer. Yo voy con cuidado y a día de hoy nunca he dejado marcas a nadie, el culito se queda rojo pero al cabo del rato, de minutos o como mucho de horas, se pasa sin dejar ninguna señal.

Si eres expresivo me lo pones fácil porque por tu forma de reaccionar voy a saber fácilmente si necesitas que te dé más fuerte o si ya estás alcanzando tu umbral; si eres poco expresivo te preguntaré, pero tú también puedes decir sin problemas que te dé más fuerte o más flojo.

Además de la mano me gusta usar instrumentos: palas y sobre todo la vara. Si se usan con cuidado, los instrumentos duelen algo más que la mano, porque es otro tipo de golpe, pero no tienen por qué ser nada peligrosos ni dejar marca, así que no tienes que tener ningún temor. Pero si te raya lo avisas, el uso de instrumentos es negociable.

Me gusta pegar en el culo y en la parte de arriba de los muslos, que es más sensible y duele más. También en la espalda (con látigo), con mucho cuidado también de no dejar ninguna marca; no es tan erótico como en el culo pero es más morboso de lo que parece. Si te raya que te pegue en la espalda lo dices y ya está, también es negociable. Se pega solo en la parte superior, los omoplatos; en la parte de los riñones es muy peligroso, cuidado si das con un amo que te quiera pegar ahí.

4- ¿Me vas a atar?

Una cierta reducción de la movilidad me parece innegociable en una sesión BDSM. Si no te pone la idea, igual que si no te pone nada que te den azotes, tal vez deberías plantearte quedarte en el sexo vainilla, en el polvo de toda la vida, y ya está. Entiendo que te dé reparo que te ate alguien que no conoces, pero es igual que los azotes, vamos a empezar por muy poquita cosa y a ver hasta donde quieres llegar; lo más básico son unas esposas de polipiel que son cómodas, no aprietan, y te las podrías quitar tú mismo. Si la cosa va bien y te veo dispuesto, me gusta ponerte en posturas algo más forzadas, atado de pies y manos y amordazado, para que disfrutes de esa indefensión, aunque en ningún momento vas a estar totalmente inmovilizado; cuando te meten mano estando sujeto y sin poder oponerte es muy, muy, morboso.

No suelo vendar los ojos en la primera sesión porque entiendo que el sumiso se puede sentir demasiado vulnerable; si te da morbo la idea prefiero que lo propongas tú.

5- ¿Hay sexo? ¿Me vas a follar?

Sí exijo poder tocarte donde quiera en la sesión, incluyendo pene y testículos. Si no quieres nada más en cuanto a sexo no es problema, es negociable. Una sesión BDSM, conmigo al menos, puede ser desde muy sexual hasta nada sexual; el sumiso de rodillas haciendo sexo oral es de lo más erótico que puede haber, pero no es necesario. También me gusta jugar con el sumiso masturbándolo y controlar si se corre o no, y cuando.

Es muy recomendable que seas explícito respecto a cuánto sexo te gusta o no te gusta en una sesión, si te gusta mamar o no y si te gusta que te pajeen o no. Entiendo que a veces puede depender de la química que haya entre amo y sumiso; a veces hay gente que no me apetece que me mame aunque luego sí me guste mucho someterles, y a ti puede pasarte lo mismo, que yo te guste como amo pero no sexualmente. Pero decir si de entrada sí o de entrada no te apetece sexo puede ayudar mucho a evitar malentendidos durante la sesión.

Lo que no hay es penetración anal; o sí, pero solo con dedo y plugs. Si no quieres nada anal, eso también es negociable. Pero si exiges sexo anal, lo siento pero no, y no es negociable. Igual que el sumiso puede no sentirse cómodo con determinadas cosas en una sesión, yo no me siento cómodo follando con un desconocido o con alguien que solo veo esporádicamente. Y luego reconozco que funciona muy bien como filtro para quedarte con quien realmente tiene curiosidad por el BDSM. Un sumiso que se pasa la sesión pensando cuando me lo voy a follar y ve todo lo demás como preliminares (palabra que detesto), no me interesa. 

6- Me gustan las jaulas de castidad, ¿me vas a poner una?

La jaula es algo para una relación continua de amo / sumiso, no tiene sentido plantearlo en una sesión esporádica.

7 - ¿Tienes palabra de seguridad?

No veo la necesidad, si en algún momento no estás a gusto lo dices y ya está. Aunque en ese momento lleves puesta la mordaza, es fácil comunicarte.

8 - ¿Cuánto dura la sesión?

En BDSM las prisas son malas; en menos de una hora lo veo imposible, y si la cosa va bien es fácil ponerse en hora y media.

sábado, 23 de febrero de 2019

Material y ejemplo de sesión BDSM

Os enseño la mayoría del material del que dispongo para sesiones. La primera foto es de instrumentos para zurrar el culito y la segunda para atar, sujetar y dominar. Naturalmente nunca se usan todos en una misma sesión, no habría tiempo material, y son todos voluntarios.

Las otras dos fotos han sido tomadas durante una sesión en la que el sumiso fue atado y azotado.







Como debe comportarse un sumiso

Con frecuencia me contactan chicos que tienen fantasías de sumisión y que no tienen muy claro como quieren canalizarlas, que esperan de su amo, papi o dominante y que espera este de ellos, a ver si este post les ayuda.

Empiezo con un consejo a los amos: durante el contacto previo a la sesión, es tarea del amo currarse un perfil donde explique que le gusta hacer, o si no le tocará tener que contar la misma historia a cada sumiso individualmente. Es importante decir qué prácticas te gustan: si te gusta o no atar, dar azotes, insultar, escupir, si buscas una sesión necesariamente con sexo, necesariamente sin sexo, que tipo de sexo, .... No dar nada por sentado, el BDSM es muy diverso y cada amo somos un mundo, así que tienes que decir lo más claro posible qué te gusta y qué no te gusta. Aunque lo de duro o blando sea relativo, tienes que decir también si te gusta algo fuerte o algo más suave o si te adaptas a todo, sobre todo en cuanto a dolor, que será probablemente lo que al sumiso más dudas le genere, más aún si no tiene experiencia. Es importante que el sumiso sepa a que atenerse cuando te contacte o cuando tú le contactes, él va a ser el que se entregue y el que está en una posición vulnerable así que hay que facilitarle las cosas.

En cuanto a los sumisos, cuando contactes con un dominante piensa que antes de ti le han contactado decenas o tal vez cientos de chicos que no saben lo que quieren y le han estado mareando, así que intenta demostrar que no eres otro chico que anda perdido, que como mínimo te has leído su perfil y, aunque no tengas experiencia y estés lleno de dudas, sí tienes una mínima idea de lo que buscas. En mi experiencia personal, cuando un sumiso me pregunta qué me harías o en qué consiste la sesión, lo que me pide el cuerpo es mandarlo a paseo porque para algo me he currado un perfil que explica que hago y no hago en una sesión, así que la conversación no puede partir de cero; las preguntas deben ser más específicas: aclarar si te gusta o no te gusta tal cosa, si quieres jugar a un determinado rol, si tienes alguna fantasía en especial, si hay algo que te preocupa y que no quieres hacer ..... Pero pedir que te expliquen que es el BDSM o que te cuenten con pelos y señales como es una sesión, qué te hacen, como, cuando y en qué orden, no. La sesión debería construirse entre dos; si tú no aportas nada, que menos que fiarte del otro que sí lo tiene claro. Una cosa es pactar límites y establecer reglas del juego, y otra muy distinta pensar que el amo está ahí para satisfacer tu curiosidad morbosa y para contestar doscientas preguntas que lo único que demuestran es que no sabes lo que quieres y que le estás haciendo perder el tiempo.

Ya una vez en la sesión, el sumiso debe estar tranquilo, entregado y confiado y dejarse hacer; si no eres capaz de ceder el control porque eres desconfiado es que el BDSM no es lo tuyo y deberías quedarte en el sexo vainilla; por supuesto, si en algún momento el sumiso no se encuentra a gusto o no le apetece hacer alguna cosa debe decirlo con toda la naturalidad; lo ideal sería haberlo hablado antes de la sesión pero no somos perfectos. Conviene recordar que el BDSM no tiene nada que ver con una relación abusiva en la que solo cuenta el placer de uno. El amo disfruta desde su rol activo (no me refiero solo a penetración sino a todo) y el sumiso desde la entrega y la pasividad, pero en ningún caso el sumiso  debe creer que es una especie de muñeco que debe aguantar sin reaccionar lo que el amo quiera hacerle; con gemidos, movimientos, lenguaje corporal, etc. debe dar pistas al amo de si está disfrutando, si está cómodo, si está alcanzando su límite, si no puede más, o si por el contrario se le puede y debe dar más caña: azotar más fuerte, atar más apretado, pellizcar más fuerte el pezón, introducir un plug más grande o lo que consista el juego que se está haciendo en cada momento. Como todo en el sexo, es un juego de dos. Las reacciones del sumiso son muy estimulantes y una de las mayores fuentes de placer para el amo.

Naturalmente esta interacción debe llevarse a cabo dentro del respeto a los roles del juego. Alguna vez me he encontrado con sumisos pasivo-agresivos que buscaban un amo teledirigido que en cada momento les haga lo que les apetece, y a estos hay que recordales las normas básicas: cuenta el placer de los dos, no solo el de uno, y el rol del sumiso es entregarse y dejarse hacer. Una cosa es hacer ver que te están azotando muy fuerte o pedir en algún momento puntual que te besen o te muerdan, y otra muy distinta pasarte la sesión dando órdenes y diciendo ahora tócame aquí, ahora hazme esto y aquello. Ni un amo ni nadie debería ser tu dildo ni tu juguete.

Por último, después de la sesión se agradece el feedback; decir si algo te ha gustado en especial, si en algún momento te has sentido incómodo ... La crítica constructiva es bienvenida. Los amos podemos tener más o menos intuición pero no leemos la mente. Que una sesión BDSM funcione depende de la implicación de los dos.

En defensa de quien busca solo sexo

Seguro que todos hemos participado en cantidad de conversaciones en las que se critica que la mayoría de usuarios de las apps solo buscan sexo, todo un lugar común de la charla gay. Espero no ser el único que encuentra esas críticas una muestra más de la hipocresía en la que vivimos y de cómo nos gusta juzgar y meternos en la vida de los demás.

En primer lugar, no me considero quien de juzgar ni de valorar el estilo de vida de la gente; es que, más que parecerme bien la vida de los demás no me parece nada, porque no me considero con derecho de opinar.  Mucha gente vive en pareja abierta, y creo que nadie más que ellos dos deberían opinar sobre ello, o bien no busca pareja porque tiene una vida social con muchas amistades y actividades que les llenan y solo se meten en las apps para buscar sexo, o bien han optado por una vida solitaria dedicada a buscar sexo compulsivamente porque follar es lo que más les gusta en el mundo. Al margen de que ese tipo de vida nos guste o no para nosotros mismos, es la opción que estas personas han escogido, no perjudican a nadie con ella y por lo tanto es muy respetable.

Por otra parte, me parece estupendo, respetable y valiente todo lo que sea tener claro lo que quieres y no marear a los demás. Los que ponen desnudos en el perfil o te los pasan por privado, los que preguntan activo o pasivo de entrada, que van al grano, que te preguntan como andas de rabo al principio ... me parece perfecto, está clarísimo lo que buscan, si te interesa contestas y si no los ignoras, y además es poco probable que se ofendan si no reciben respuesta. Es una actitud estupenda, y lo digo sin ninguna ironía, a pesar de que a mí no me suele interesar el sexo deshumanizado y basado en cuerpazos y pollones; de hecho me gusta el BDSM que, en mi opinión, es lo contrario. Reconozco que a veces veo un chico muy guapo, con una expresión muy dulce, que solo busca sexo deshumanizado y no puedo evitar que me dé pena y me parezca un desperdicio, pero tengo claro que el error es mío por pensar así y no suyo, porque es su vida y no la mía y él la lleva como quiere.

Otra cosa muy distinta es los que van de románticos y de profunditos y en realidad están buscando el mismo polvo rápido que los otros, pero lo disfrazan de otra cosa y, como no saben lo que quieren, te marean y te toman el pelo hasta el infinito: los que te preguntan como andas de rabo y/o tienen en el perfil fotos descabezados y sin camiseta, y creen o quieren creer que están buscando pareja o amistad; eso es lo que convierte a las apps en una pesadilla y lo que comento en este otro post.

lunes, 18 de febrero de 2019

Por qué no es lo mismo buscar un chico guapo que buscarlo con la polla grande

En este post expongo dos ideas: que quien busca un tio con una polla grande solo busca un polvo y no le interesa nada más de la otra persona, y que no es lo mismo buscar un tio que te parezca guapo que un tio con la polla grande (o con grandes músculos, o con vientre plano o con cuerpazo), sino que en el caso de la polla o de los músculos hay un grado de deshumanización que no tiene por que haber en quien busca un guapo de cara. Espero que para mucha gente ambas cosas sean obvias, pero por si para alguien no lo son, o si tú también estás harto de gente que te pide fotos de polla y que pretende ir de profunda y espiritual, ahí va la explicación.

Que quede claro, no juzgo a nadie, me parece estupendo quien solo busca sexo y cada cual está en su perfecto derecho de buscar tios con la polla enorme, faltaría más, siento el máximo respeto por quienes buscan solo sexo, lo tienen claro y no marean a nadie. Lo último que pretendo es  juzgar ni valorar los estilos de vida de la gente. Mucha gente vive en pareja abierta, y quién soy yo para opinar sobre ello, o bien no busca pareja porque tiene una vida social con muchas amistades y actividades que les llenan y solo se meten en las apps para buscar sexo, o bien han optado por una vida solitaria dedicada a buscar sexo compulsivamente porque follar es lo que más les gusta en el mundo. Las tres opciones me parecen fantásticas y, si en las preferencias de estas personas para sexo esporádico es requisito un tamaño de polla determinado, unos músculos determinados, un vello determinado, una edad determinada, genial; me encanta cuando alguien va al grano, me pregunta antes de un minuto si le paso foto de polla, le digo que no, nos despedimos tan amigos y ya está. He salido de dudas con él, sé que buscamos cosas diferentes, y sin haber perdido tiempo puedo pasar página y buscar en otro perfil; perfecto.

Mi queja no va por ahí, va por cuando después de charlar un rato con alguien en una aplicación, tras responder a las preguntas típicas de como te llamas, donde vives, en que trabajas, o si incluso se ha ido más allá y se han hecho comentarios sobre alguna afición común y te piensas que has dado con alguien con quien tienes cierta afinidad, te cascan, después de una hora de charla o incluso más, el tienes más fotos o, más sincero, el cómo andas de rabo en alguna de sus mútiples variantes. Casi siempre que se formula una de esas dos preguntas, el no pasar la foto de polla o no dar una descripción lo suficientemente detallada de tu miembro supone la pérdida de interés automática del interlocutor.

Reconozco que, a fuerza de ver esa reacción en el otro, he desarrollado a mi vez una reacción ante esa pregunta y ahora soy yo el que pierdo el interés por la persona que me la hace. En primer lugar porque si hablo con alguien es o bien porque ese alguien ha mostrado interés en el BDSM, y para mí el BDSM es justo lo contrario a sexo basado en cuerpazos, pollones, XXL, etc., o bien porque busco amistad o afinidad con una persona, o tal vez estoy buscando sexo, pero no deshumanizado, no con alguien que busca un pollón.

A ver, algo que debería ser una obviedad: si para ti es un requisito para quedar con alguien el que tenga la polla de un tamaño o de una forma determinada, eso significa dos cosas: la primera, que solo te interesa el físico de las personas con las que hablas (de hecho probablemente ni siquiera todo su físico, sino solo su polla), y la segunda, íntimamente relacionada con la primera, que no buscas nada más que un polvo. Lo cual, insisto, es superrespetable si lo dejas claro desde el principio. Pero si después de horas de charla sueltas el cómo andas de rabo, y no me ha pasado una vez ni dos ni tres sino infinitas, es evidente que todo el interés que has fingido en la otra persona, sus aficiones, su vida, su trabajo, etc. no ha sido más que un paripé, que me atrevo a calificar de hipócrita, porque no te has atrevido a abordar desde el principio lo único que te interesaba. Insisto, si el tamaño de la polla es un requisito para ti, es que es lo único que te importa de tu interlocutor, así que pregúntalo desde el principio y no marees.

Esta gente que no sabe lo que quiere, que está muy perdida y que no tiene el valor de admitir que lo único que está buscando es un polvo rápido, por desgracia, al menos en mi experiencia, es multitud, incluso sospecho que son la mayoría de usuarios de las apps gays, y son quienes las convierten en una pesadilla y una pérdida de tiempo infinita. ¿Qué tiene que ver todo esto con el BDSM? Que mucha de esta gente, como anda perdida, intenta encontrarse a sí misma a través de nuevas experiencias sexuales y quieren probar el BDSM, así que nos abordan con mucha frecuencia a los perfiles de amos y dominantes, porque piensan que quieren algo diferente, aunque en realidad solo quieren el polvo de siempre, o más bien no saben lo que quieren.

Una defensa frecuente de estos timewasters buscapollones es encender el ventilador: a todo el mundo le importa el físico a la hora de buscar una pareja sexual o romántica, por lo tanto todo el mundo es igual que ellos. Pero decir que es lo mismo buscar a un chico que te resulte guapo que buscar a un chico con la polla grande es un argumento perverso por muchas razones. Para todos el físico es importante, hasta ahí vale, pero el físico abarca cosas muy diferentes, y no es lo mismo fijarse en la cara que en los abdominales o en la polla.

La cara es lo que nos permite distinguir a unas personas de otras y nuestra expresión, la forma de estar, de movernos, y nuestro cuerpo tomado como conjunto dicen mucho de como somos. Pero si nos centramos en la polla o los pectorales, en cambio, estamos aislando partes del cuerpo que son anónimas y que no dicen nada sobre nuestra personalidad; una foto de la cara me dice algo de ti como persona, y una foto de tu polla, tu culo o tus abdominales no. Así que no, no es igual de superficial buscar una cara bonita que una polla bonita; una cara siempre va a transmitir algo o mucho de la personalidad y el carácter de una persona, nunca va a ser tan superficial ni tan deshumanizado como interesarse por una polla o por unos pectorales. Quien pone como requisito músculos o polla grandes está cosificando a la persona, pensando en ella como en un objeto para su placer, como un dildo humano. 

¿Y qué hay de malo en convertirnos en objetos para otras personas o utilizar a otras personas como objetos? Absolutamente nada; siempre que sea de manera consentida y que no nos llevemos a engaño, es sexo deshumanizado, no nos montemos películas de que es la búsqueda de un amigo ni de una pareja. Y por lo tanto no mareemos preguntando por el trabajo ni fingiendo un falso interés sobre la vida del otro ni creando falsas expectativas que son frustrantes para nosotros y para nuestro interlocutor.

lunes, 21 de enero de 2019

Entrevista en podcast con el autor de Amos y Cachorros

El podcast Mundo LGBT ha tenido la amabilidad de hacerme una entrevista y permitirme difundir el BDSM. Un saludo muy cordial a JotaJota, el entrevistador. Aquí podéis ver el podcast, en el que he intentado aclarar conceptos y desmentir tópicos sobre el BDSM.

#057 – BDSM con Ángel

domingo, 20 de enero de 2019

Relato BDSM: El cachorro

Este relato va dirigido a los pups. Es una fantasía mía que puede coincidir o no con la filosofía pup, acertar o no, pero está escrito con mucho respeto, o al menos esa es mi intención.

EL CACHORRO

- Te llamarás Golfo.

El entrenador bautizó al cachorro mientras le sonreía y le acariciaba la cabeza; el bautismo era el rito con el que comenzaba siempre el aprendizaje. El nombre era irónico, ya que el joven parecía cariñoso y dócil, pero le gustaba precisamente ese contraste. Cuando había topado con un perrete más bribón y descarado le había dado un nombre de sumiso, como Toby o Boby. Y los casos realmente difíciles de auténticos golfos, ya no los aceptaba; la demanda de sus cuidados era muy alta, tenía que seleccionar a sus pupilos y no valía la pena perder tiempo y recursos en jovencitos que  no sabían lo que querían, por guapos que fueran o que se pensaran que fueran.

Golfo empezó a interiorizar que debía pensar en sí mismo con ese nombre durante su entrenamiento y en todo su contacto posterior, que esperaba que fuera frecuente, con su cuidador y con otros perretes; su nombre humano no había quedado atrás del todo pero sí esperaba apartarlo de su vida privada. Se consideraba afortunado por haber sido aceptado por uno de los entrenadores mejor valorados en las webs y redes sociales de pups.

Con unos cuantos años ya de experiencia adiestrando a cachorros, el maduro entrenador había desarrollado un buen olfato que le permitía identificar rápidamente a los aspirantes con posibilidades y no malgastar tiempo con la multitud de coleccionistas de fotos, buscadores de pollones, y morbosos aburridos en busca de charla erótica y de nuevas fantasías con los que había que tratar para conseguir dar con un auténtico perrete sumiso. No buscaba adoptar, porque tenía ya dos cachorrillos juguetones en casa, pero sí le gustaba hacer comunidad e introducir a jovencitos con poca experiencia en el mundo pup. Con Golfo desde el primer momento había sido evidente su potencial, su interés y su sumisión.

Cuando el entrenador le propuso una entrevista, el joven no dudó, ni siquiera cuando le explicó que tendría que desnudarse íntegramente y dejarse acariciar y meter mano para valorar su candidatura. De hecho, encontró excitante ser examinado, aunque temía el posible rechazo. No tenía músculos marcados ni un vientre plano; ahora que conocía más al entrenador, ya sabía que eso no era un handicap sino un mérito. Le gustaban tipos muy diferentes de cuerpos, delgados, atléticos o redondos, grandes o pequeños, pero sí exigía que fueran jóvenes, de piel suave y naturales, no moldeados en gimnasio. Nunca pedía fotos porque no se fiaba de ellas y pensaba que las cámaras estaban hechas para mentir en el peor de los casos, o en el mejor nunca serían capaces de captar la suavidad de la piel ni la capacidad de entrega y de sumisión de un joven.

En el cara a cara, Golfo lo conquistó con su modestia, su naturalidad, su docilidad y su culito redondo y apetitoso. Se dejó desnudar sin afectación y el entrenador lo colocó en su regazo para acariciar largamente su piel y disfrutar de su suavidad, especialmente la de sus nalgas. Al muchacho le sorprendió no ser azotado ese primer día, aunque sí recibió el aviso de que su entrenamiento sería estricto, se le exigiría obediencia total y se le castigaría con frecuencia; el entrenador acompañó estas palabras de unas palmadas en el precioso culito desnudo sobre su regazo, ilustrando claramente en qué consistirían esos castigos.

De hecho, si el joven aceptaba recibir una educación como cachorro, lo primero que hacía siempre su entrenador con los aprendices era construirse una pala de madera personalizada para castigarlos, y así se lo advirtió. La pala llevaría su nombre y al final de su entrenamiento le sería regalada al dueño que lo adoptara. La combinación de mimos y caricias con la aplicación frecuente de castigos corporales de cierta severidad producía cachorros muy sumisos y cariñosos. Pero el entrenador se apresuró a tranquilizarle respecto a su falta de experiencia, tanto en ser azotado como penetrado, ya que eso podía aprenderse fácilmente; el ser obediente y dócil no tanto y Golfo lo era.

Ya una vez aceptado como pupilo, el joven preguntó por la posibilidad de conocer a Tato y Lucho, los dos cachorrillos del entrenador, que de hecho participarían en su formación, puesto que los juegos y la interacción con otros perritos ya adiestrados eran fundamentales. El entrenador lo cogió de la mano y le permitió caminar a dos patas, privilegio por no haber comenzado todavía su entrenamiento, mientras lo llevaba al cuarto donde había encerrado a los cachorros para que no alborotaran durante la entrevista.

Al ver entrar al amo, los cachorros se colocaron en la posición de sumisión que se les había enseñado, a cuatro patas inclinados con el culito en pompa. El entrenador disfrutó de las hermosas nalgas de los dos muchachos ofrecidas ante él, totalmente afeitadas dejando el ano, el periné y todos sus encantos bien a la vista. El menos corpulento, Lucho, tenía las nalgas muy coloradas, producto de unos azotes aplicados recientemente. Naturalmente ambos jóvenes estaban desnudos; solo sus rodillas, manos y pies estaban acolchados para evitar el roce al ir a cuatro patas y su cabeza cubierta por la máscara de perrito.

- ¡Tato, Lucho, aquí!

Los cachorros se dieron vuelta y se dirigieron a cuatro patas hacia su amo, poniéndose de rodillas, sacando la lengua y haciendo ruidos guturales al llegar junto a él. Este les acarició cabeza y lomo y se dejó lamer mientras les presentaba a su nuevo compañero, que apreció las jaulas de castidad que encerraban los penes de ambos.

- Este es Golfo, un nuevo perrito. Tenéis que portaros muy bien con él.

Tato y Lucho olisquearon y lamieron al visitante que, tras mirar al que iba a ser su entrenador pidiéndole permiso, se puso inmediatamente a cuatro patas para jugar con sus nuevos amigos. Una sensación de euforia lo embriagó al verse aceptado entre cachorros como uno más.





- Golfo, trae las palas de castigo.

El cachorro se dirigió raudo y veloz, a cuatro patas, para cumplir la orden de su entrenador. Ya tenía la equipación de perrito: la máscara le daba calor pero tenía permiso para quitársela cuando le pareciera necesario; las manoplas y las rodilleras le protegían mucho, teniendo en cuenta que buena parte del día la pasaba a cuatro patas, y la jaula de castidad, que sí debía llevar 24 horas, apenas la notaba, igual que el collar. Comer de rodillas y de la mano del entrenador y beber del cuenco le resultó más fácil de lo que pensaba. Lo más duro era no hablar lenguaje humano, salvo un pequeño rato que le concedían antes de la siesta, siempre y cuando el tema de conversación estuviera relacionado con su vida actual como cachorro que recibe entrenamiento. Su identidad humana era un tema tabú; no conocía los antiguos nombres humanos de Tato y Lucho, ni ellos el suyo.

El entrenador era permisivo en dejarle utilizar el baño como a un humano y en aceptar a Golfo en su cama, aunque atado por los tobillos y las muñecas, en lugar de hacerle dormir a los pies. También en permitirle llevar los objetos agarrados en unas anillas que tenía  en el collar para no tener que cogerlas con la boca y proteger así los dientes. Tomó las palas de castigo de Tato y de Lucho y las colgó del collar.

Los dos cachorros habían desobedecido al entrenador, que para ellos era su amo, jugando fuera de la habitación autorizada donde tenían sus juguetes. No era la primera vez que lo hacían, pero además se habían peleado, algo que el amo no toleraba y que solía ser el principal motivo de los castigos que recibían. Al llegar a casa, el amo enseguida notaba cuando los cachorros habían hecho alguna trastada y temían el castigo. Las señales de la pelea no ofrecían duda, así como el desorden en el despacho del amo, que no había tardado en colocarlos sobre sus rodillas.

Las nalgas de ambos cachorros, pequeñas y estrechas en el caso de Lucho y grandes y muy redondeadas en el de Tato, pero igualmente agradables a la vista en ambos casos,  se encontraban ya enrojecidas por la mano del amo, pero las palas, que llevaban escritos sus nombres, eran muy efectivas a la hora de conseguir un buen color en un culo bonito y sobre todo una total sumisión del cachorro.

Tato emitió un grito agudo al sentir el impacto de la pala, e inmediatamente le siguió su compañero. Curiosamente las nalgas pequeñas de Lucho eran mucho más resistentes y el amo tenía claro que el castigo de cada cachorro debía ser individualizado, por lo que el culo grande pero sensible de Tato recibió azotes igual de aparentes pero bastante más flojos que los de su compañero para conseguir uniformidad en el rojo de las nalgas y en los gemidos, casi aullidos, de los traviesos.

Golfo contemplaba el castigo con excitación; no ser él el azotado le provocaba una curiosa mezcla de alivio y envidia. Había probado ya la pala, naturalmente la suya propia con su nombre, y era una experiencia intensa que había llegado a hacerle saltar las lágrimas. Conocía la sensación ardiente que estaban experimentando sus compañeros, el impacto que parecía que iba a despellejarle las nalgas, aunque luego, acabados los azotes, se disipaba en unos minutos. A pesar de que el dolor pareciera insoportable por momentos, le encantaba la sensación de sumisión que tenía estando sobre las rodillas de su entrenador, ofreciéndole el culo para un castigo.

Una vez bien azotados, los dos cachorros traviesos fueron colocados de rodillas cara a la pared hasta nueva orden. Su amo observó con satisfacción los dos culos de color rojo oscuro, y pensó contento que los azotes les escocerían al menos durante el resto del día, antes de prestar atención al cachorrillo restante, que experimentó una mezcla de excitación y temor cuando se le ordenó colocarse también sobre las rodillas del entrenador. Este mantuvo el suspense unos segundos antes de revelar el motivo por el que Golfo se encontraba en esa postura, que no era ser azotado sino que se le colocara su rabo de perrito. Para ello había sido entrenado durante varios días a través de penetraciones digitales y uso de plugs; el entrenador separó las nalgas del joven para comprobar que el ano había experimentado una dilatación que le permitía ser penetrado con el plug al que iba sujeto el rabo. Una vez implantado, el equipamiento del cachorro estaría completo.

Golfo protestó al notar la introducción del plug; el entrenador hizo caso omiso y presionó, pero la resistencia del muchacho impidió la colocación correcta del rabito. Para asegurar una mejor colaboración, envió a Lucho por la pala de castigo de su compañero, cosa que el cachorro hizo con mucho agrado. El uso contundente de la pala evitó nuevas protestas; Golfo tendría tanto las nalgas como el ano escocidos durante el resto del día, asegurando así su obediencia y sumisión.

Una vez colocado el rabito de Golfo, el entrenador repitió la operación con sus otros dos cachorros, ya que sus rabos habían sido retirados durante el castigo para poder azotarles con comodidad. Una vez completado el equipamiento de los tres, decidió añadir como castigo adicional atarles y amordazarles durante un buen rato. Los mantuvo obedientes de cara a la pared mientras preparaba las cuerdas y las mordazas; con el culito rojo para el resto del día, ninguno de los cachorros se atrevió a protestar.

Uno a uno fueron amordazados en primer lugar y luego acostados en una misma cama y atados de la misma manera, con las muñecas enlazadas entre sí a la espalda y unidas rígidamente al torso; los tobillos también unidos entre sí y a los muslos, dejando las nalgas, rojas, calientes y separadas por el rabito, accesibles a la mano del entrenador, que se entretendría un buen rato en acariciarlas mientras veía y escuchaba a los cachorros retorcerse e intentar inútilmente buscar una posición más cómoda. Golfo, siendo nuevo y menos acostumbrado a estar atado, era el que más se retorcía. La cara se le llegó a poner tan roja como el culito y los ojos llorosos, pero formaba parte de su aprendizaje el superar la rabieta y aceptar el tiempo de castigo que le quisiera imponer su amo. No obstante, el entrenador se volcó con él y las caricias en el cuello y detrás de las orejas acabaron calmándolo.
El entrenador observó con calma, mientras los acariciaba, a los que ya veía como sus tres cachorros.

Con su rabito, su máscara y su mordaza, Golfo estaba ya listo para presentar a la comunidad pup; se le ocurrían un par de posibles amos para él, ambos con experiencia: uno de ellos se había quedado sin cachorro porque este había tenido que moverse de ciudad y otro tenía ya a uno adoptado pero se había mudado a un piso más grande y se veía en condiciones de aumentar la familia. Golfo había demostrado adaptarse bien no solo a su cuidador, sino también a otros cachorros, sin más celos que los razonables. Estaba listo por tanto para empezar con la siguiente fase de su entrenamiento; el encuentro con otros cachorros y amos en espacios públicos donde tendría que jugar, convivir y ser castigado en público, ya que el entrenador, al igual que otros amos y cuidadores, llevaba siempre una mochila con mordaza, cuerdas y pala de castigo a las quedadas y le gustaba afirmar su autoridad y asegurar el buen comportamiento de los cachorros con unos azotes o un tiempo de inmovilización.

Golfo volvió a inquietarse y retorcerse, emitiendo un quejido al que la amortiguación de la mordaza daba un toque todavía más canino. Solicitaba la atención de su entrenador, que sonrió ante el tierno intento de chantaje; no tenía ninguna intención de saltarse los turnos de caricias de cada perrito. Siguió acariciando el culo grande y suave de Tato mientras oía los lamentos de sus dos compañeros, ya que Lucho se había unido a Golfo formando un dúo y hasta incluso sus movimientos entre las cuerdas parecían coreografiados, y pensaba en llamar al amo que organizaba la siguiente quedada pup para avisarle de que acudiría no con dos sino con tres cachorros.